Vigilantes de mareas serán fugaces negaciones.

La palma de su mano derecha se agitaba como grito de despedida.
El movimiento, puro y aleatorio, irónico dentro de lo paradójico;
que gritaba, que decía
remover solo esparce. Y emborrona. ¿Por qué pretender entonces una huída?
¿Por qué emprender, dentro de ti, tu propia emboscada?
Vacío. Cuando lo que ves es nada.
La luz se apaga porque nunca estuvo encendida, eximes.
Menudo aquel, el disparate de la risa, las perdices
¿qué perdieron? ¿qué dices?
ahogados de sueños
de felices que tientan a infelices,
de lunas que ya no brillan
de aquellos pequeños matices.