Anclados a nuestras sombras
nos acribilla como mosquitos
un criticismo que solo nubla
y en el que ya no chapoteas.
Desde los tiempos verbales tachados de perfectos
cuando la acción apaga su llama y sustantiva ruinas,
hasta un gerundio consumido
que desaparece con el chasquido que chista a la ene
y se asoma al precipicio-o participio-.
Desenchufas una luna consumida y
arañas cada una de sus vértebras
mientras imploras
que la locura,
abstracta,
te devuelva lo contable
y asome lo que quieras.
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