Nado en el absurdismo de unas lágrimas sinceras
que ardieron, son ceniza, y ya no queman.
Tú, con la veracidad del que prostituye una inocencia
tan ligada a la confianza,
estás al fin cerca pero lejos,
tan
inexistente
que haces reír a la hoguera del destrozo
que se recompone
sin un mísero pedacito
de las farsas
poetizadas
con tu nombre.
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