A lo mejor nos ponemos en lo peor,
y no es tan malo.
Echar a correr no siempre fue tan solo otra escapatoria,
y perderse es otra forma de aprender
a descifrar que a veces,
si apagas la luz es porque ya es de día.
Y digo que ando en,
pero sigo balanceándome desde mis piernas
y riendo para coger impulso
dando brincos de emoción en emoción,
pretendiendo evitar una caída que observo,
que congelo.
Vamos a gritarnos bajito,
a ver si se nos pasa.
Que menos gris, pero mis mismas pupilas
chisporrotean caos salado y conciso.
Vuelve la marea con su parloteo incongruente y desnuda la vida cuando se esconde la gente.
Gente callada, sostenida.
Desafinada a costa de tanto ru i do.
Tan cerca el abrazo de la asfixia,
tan ínfimo e infinito haciéndose cosquillas.
Menudo cataclismo,
qué poca dirección con tanto a
b
i
s
m
o.
Que si tiro la toalla es para que no te resbales, que lo he puesto todo perdido.
También esas causas
ya encontradas
que frenaron el vértigo a desplomarse.
El problema,
con embargo,
es que te muerdan las costuras cuando eres todo parches,
y un pequeño pájaro en mano que no vuela.
Oye, pero que vamos tirando.
La casa por la ventana.
El plástico al amarillo.
El balazo directo a nuestras vísceras.
Ven a romper o trocear, y masticarnos el hielo.
Ven,
me digo que vuelva.
Y que nos tumben piedrecitas a golpe de rayuela.
Que al fín
y aunque a veces no quepa,
volverá la risa y volverá el dolor.
Y todo porque aún no nos hemos ido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario