sábado, 13 de febrero de 2016

Y sin querer, te quiero.


Si me enseñas a huir prometo inventarme mil caminos de vuelta
a ritmo de mi tropiezo y al compás de tu saliva.
Buscar resquicios a la rutina,
colgarme de tus ojeras y destripar, despierta
el sueño de la pesadilla.
Más vale pronto que siempre
más vale sabernos frágiles
más vale sentirnos vida.

A prender derrotas que nos quemen el miedo
con fianza de dejar de llamar fango
a nuestras propias huellas
que si ahora soy, es porque suelo
llamar vértigo al deseo de caer
guardar las cerillas apagadas
que hicieron todo arder.

Y yo ya lo sé,
que dar respuesta a los para qué nos deja en ruinas
pero en mi interrogante
eres sonrisas de complicidad, brazos a torcer
y sinónimos de olvidar
que echar de menos no es del verbo hacer.
Pero es que la impotencia también golpea
al bloqueo de las calles sin salida,
al pelotón que avanza, pero te frena
.
.
.

volvamos,
ahora que autorizo mi búsqueda,
a encontrar mi huida.




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