domingo, 15 de mayo de 2016


Reconocer la incertidumbre nunca se me ha dado bien,
desnudar mi falta de certeza,
mirarla cara a cara
sin cuidado y sin porqués
y dar la orden, desde el desastre
de otra nueva última vez.

Jugar a tumbarme de bruces,
harta de dar la voz de alarma,
cuando lo que nos asusta no es caer
cuando nos pitan los oídos faltos del susurro que anuncie
que ha dejado de llover.

Perder
es olvidarse de buscar, para pretender encontrarse después,
el fatídico tropiezo de quien está siempre al pie del cañón
por confundir la derrota con retroceder.









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